El amor en tiempos de migajas: un nosotras que no existió

Para quien necesite recordarlo

Hay amores que duelen bajito. Que no gritan, no golpean, pero van dejando vacíos. Son esos amores de migajas, donde das banquetes de afecto y recibes apenas lo que sobra. Y te quedas ahí, con la esperanza ciega de que un día esa mujer te mire como tú la miras, te sienta como tú la sientes.

Te aguanté. Esperando que cambiaras. Que un día, sin avisar, se te cayera el escudo de “soy fría” y me abrazaras como yo necesitaba. Pero no cambiaste. Y no era tu culpa, ni la mía. Yo era un volcán en erupción, ardiendo de amor, y tú... eras invierno.

Aun así, hubo ternura. Mucha. Había algo en ti —miel, fragilidad, un silencio que hablaba bajito— que me daba ganas de protegerte. Y aunque eras más joven, me enseñaste algo grande: que el amor no se ruega, que no se debe empezar una historia aguantando lo que duele.

Me voy de ti sin rencores, pero con las manos abiertas para volver a querer. Porque amar así, con toda el alma, no es un error. Es mi naturaleza. Solo que ahora sé que merezco recibir tanto como soy capaz de dar.

En el amor diverso también pasan estas cosas. Nos dicen que amar libremente ya es suficiente, pero no basta con que nos dejen amar: también merecemos un amor que nos haga sentir plenas, seguras, válidas. Un amor sin migajas. Un amor completo.

- Lola